Para sorpresa (agradable por cierto) de incrédulos y escépticos como yo, nos encontramos con que la movilización ciudadana es capaz de hacer retroceder en algunas decisiones de carácter público que, tomadas en base a esas pretendidas mayorías que otorgan los ciudadanos en las urnas, permitían a algunos poderes, o así se lo creían, a “hacer de su capa un sayo” e introducir medidas y políticas que tras esas grandes palabras de democracia, responsabilidad, madurez y otras más prosaicas como “es lo que hay”, “es lo que toca”, ocultaban (o lo intentaban) los verdaderos intereses de clase, de casta, gremiales, financieros y especulativos de esas élites y grupos, que para eso justamente se hacen con el poder y merodean en su derredor: para extraer el máximo posible de beneficio económico de eso que nos pertenece a todos pero cuyo uso y disfrute es el objeto a conseguir y disponer.
Supongo que no se ha ganado ninguna guerra, pero sí alguna importante batalla como la lograda ante la privatización del sistema público de salud que en alguna Comunidad Autónoma “ejemplar” se quería aplicar sí o sí, con el simple alegato de que iba a ser mejor y más barato, propuesto como acto de fe sin base en ningún estudio que lo acreditara de manera creíble, sin consensos con los verdaderos profesionales conocedores y valedores de la Salud Pública como es el estamento médico y científico, sin mucha más riqueza argumental que la de “tengo mayoría absoluta” y a tragar.
Se ha ganado porque la protesta ha sido sostenida, ha estado en la calle, ha conquistado la opinión pública a pesar de que ésta esté tan mediatizada por los medios al servicio de sus “dueños” (nunca mejor dicho), ha ido de la mano de los profesionales interesados desbordando las oposiciones clásicas de partidos y sindicatos, y ha encontrado, en este caso sí, un atisbo de democracia y de separación de poderes por el que algunos jueces han mantenido un criterio de defensa del bien común y de salvaguarda de los derechos y equilibrios que amparan las normas legales.
También otros ciudadanos “indignados” han quebrado la voluntad de un alcalde de Ciudad a 230 kilómetros de donde escribo estas líneas, que quería imponer unas obras que los ciudadanos no querían, pero que “alguien” había decidido hacerlas, eso sí, “por su bien”.
Y aún más cerca, determinada instancia judicial cercana ha fallado en el caso de venta de un particular tipo de productos financieros a ciudadanos “vulnerables” a quienes han dado “gato por liebre”, a restituir los patrimonios indebidamente perjudicados. No me corresponde entrar en el fondo del debate jurídico, pero sí quiero enganchar con el título que encabeza este escrito en el sentido de que en todos los temas mencionados y otros muchos que vemos en el día a día estamos todos los ciudadanos con las alarmas encendidas, con la desconfianza como muleta, queriendo indagar en la naturaleza de las cosas y de los procesos de toma de decisión.
La manera de decidir, la manera en la que se tomas medidas y decisiones sobre cosas que nos afectan, es la que nos enciende, nos subleva. El modo y manera en que se nos explica (o no) el por qué de cada cosa, cuando se nos trata como mentecatos (de mente capiti) o incultos a los que mejor no decir toda la verdad. Queremos decidir sabiendo. Necesitamos explicaciones y análisis, y entonces ya decidiremos sobre cuánto de público o privado, o mix de lo público-privado nos conviene para perfeccionar y mejorar el funcionamiento de nuestra sociedad y de sus servicios necesarios.
Lo mismo nos sucede en la empresa y en la negociación colectiva. Una Asociación empresarial local a la que pertenezco ha presentado una declaración sobre “la manera” de actuar más conveniente en la búsqueda de una mayor participación e implicación de todas las partes (trabajo y capital) en el presente y futuro de nuestras empresas. Y ya se les han echado encima no vaya a ser que los actores tradicionales pierdan comba. Pero de verdad ¿se puede afrontar el siglo XXI y sus retos con maneras decimonónicas y de pura confrontación? ¿No ha llegado la hora de encontrar otras maneras, por cierto nuestras maneras, de afrontar los problemas?
Claro que necesitamos otras formas, pero todos. La principal, contar con todos antes de ofertar siendo conscientes de nuestra(s) historia(s), y de nuestras actuaciones anteriores.
Ondo izan.
Democracia directa, participativa y representativa no son excluyentes sino que debieran de desarrollarse complementariamente, ya basta de carta blanca cada cuatro años.
La implicación de todas las partes de una organización en su gestión es una realidad que poco a poco se irá abriendo paso pero es complicado abandonar el pasado y la desconfianza entre capital y trabajo, los cambios deben de venir por convencimiento y deseo. Quizá una buena forma de comenzar sería organización a organización. Como siempre han dicho nuestros mayores el movimiento se demuestra andando y tomando decisiones, que aunque correctas, no estén participadas por todos es difícil avanzar. No consiste en imponer cambios sino en pactarlos y creérselos introduciendo en las organizaciones conceptos como cooperación, dignidad, justicia social, participación, medio ambiente …. que hasta ahora solo se han tratado en esporádicas reuniones internas y minoritarias. No podemos caer nuevamente en el error de creernos que lo que es bueno para mí y mí grupo es bueno para todos
Las maneras…y como llamaría usted a alguien que le comunica que después de cuatro meses en un puesto de trabajo, que no tiene el perfil adecuado para ese puesto?
La verdad, es la manera más bella de comunicar, entonces porque camuflarla?
Porque no decir que fue la administradora de dicho centro que no aceptó unas palabras de uno mismo quien le ordeñó a alguien que me apartasen sin más, de un día para otro de un puesto de trabajo donde cumplía con mis tareas…