Palabras verdaderamente “duras” que forman parte sin embargo de nuestro día a día. Acciones que en ocasiones se cruzan hasta juntarse y devenir en dos actos distintos con una misma y coincidente consecuencia. La pérdida de la vida como algo ocasionado o fortuito, como algo provocado por una voluntad maligna (la del que mata aunque siempre pretenderá hacerlo al servicio de “algo”), que produce el fatídico final no buscado ni deseado del que vivía allí, pasaba por allí, transitaba distraído hacia un destino en el que daba por seguro seguir viviendo e imaginando su futuro.
La muerte siempre entristece porque nunca estamos del todo preparados para reconocer una ausencia sin retorno, un vacío vital de alguien con el que convivíamos y compartíamos vivencias y afectos.
Pero la muerte provocada de manera pensada y organizada como parte del juego bélico en el que nos tienen metidos a una parte de la humanidad […]